Todo lo bueno se hace esperar y es por ello que han tenido que pasar años y años hasta conseguir el reconocimiento de ser declaradas nuestras Fallas Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por parte de la UNESCO. Sin embargo hubo un año en Valencia que esta fiesta peligro dado que no se celebró. ¡Te contamos lo que sucedió aquel año de 1886!
¿Os imagináis un marzo sin Fallas? Impensable, ¿verdad? Sin ese ambiente por las calles, sin el olor a pólvora, sin los tenderetes de chocolate con churros en cada esquina, sin las verbenas, sin los fuegos artificiales, sin las mascletàs, sin la ofrenda ni las luces que iluminan aún más esta ciudad que ya brilla con luz propia. Si eso ocurriese saldríamos todos a las calles a protestar para que nos devolviesen los nuestro, nuestra identidad, nuestra fiesta. En el pasado hubo un intento de acabar con nuestras Fallas por parte del alcalde de aquel entonces, el Barón de Santa Bárbara.
En 1851 el Consistorio prohibió las Fallas, sin embargo, los barrios falleros consiguieron plantar sus monumentos, haciendo caso omiso a la nueva orden que ese año se había implantado. Posteriormente se anuló la norma pero se impusieron cuantiosas cantidades en un impuesto a las fallas por montar sus obras. Así pues, en 1883 el Ayuntamiento obligaba a pagar 30 pesetas, que por aquel entonces era una cifra demasiado alta para la mayoría de la población, a todo aquel que quisiera plantar una falla. Ese año sólo se alzaron en la ciudad 4 monumentos en las calles de Valencia.

Las autoridades no se dieron por vencidas y en 1885 subieron el impuesto a 60 pesetas, consiguiendo que sólo la Falla de la Calle Cervantes siguiese adelante. Un año más tarde en Valencia llegó el momento que todo fallero y todo valenciano temía, el marzo negro para la capital del Túria que no vería por primera vez alzarse monumento alguno en sus calles.
Sin embargo, cuando todos se pensaban que ya se había terminado esta festividad valenciana, el concejal Félix Pizcueta salió en su defensa, consiguiendo que el alcalde bajase a 10 pesetas la tasa que gravaba a los monumentos en 1887. La reacción fue inmediata y como era de esperar los vecinos se pusieron manos a la obra felices por el regreso de sus fiestas. Ese año se plantaron en la ciudad 29 fallas, todo un éxito hasta la fecha viendo los antecedentes. Desde ese momento en Valencia el número de monumentos falleros no ha dejado de crecer, superando las 700 estructuras que lucen anualmente en las calles de la capital y los pueblos de alrededor.
Lo bueno se hace esperar y el 30 de noviembre de 2016 por fin las Fallas han pasado a formar parte del Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO, protegiéndolas para toda la vida.
Fuente imagen portada: Levante
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4 comentarios en «El año que no hubo Fallas en Valencia»