Sábado noche. Como se suele decir por aquí, La Plaza de Toros estaba ‘de gom a gom’. Se respiraba un ambiente que más de un artista tiene el recelo de experimentar al menos una vez en su carrera musical. Y sólo los grandes lo han vivido.
Sólo ellos eran capaces de generar tal revuelo: Cuando hablamos de Serrat, Ana Belén, Víctor Manuel y Miguel Ríos, son palabras mayores. Con ‘El gusto es nuestro’, el cuarteto no dejó una localidad sin ocupar e hizo las delicias del público valenciano, que disfrutó de una noche inolvidable.
Durante 3 horas, sonaron grandes clásicos que ya forman parte de los anales de nuestra música. Cada artista pudo lucirse con sus temas más emblemáticos. Víctor Manuel hizo las delicias de sus fans más incondicionales con ‘Dónde irán los Besos’ o ‘Nada sabe tal dulce como su boca’. Ana Belén, por su parte, derrochó poderío y presencia con ‘Lía’ o ‘El hombre al piano’. Y el señor Miguel Ríos, dio la ‘bienvenida’ con sus guitarras por bandera y agitó al público en sus butacas como nadie. Rock and roll.

Sin embargo, con Joan Manuel Serrat Valencia se deshace: ‘Caminante no hay camino’, ‘Esas pequeñas cosas’, ‘Pare’, o ‘Paraules d’amor’. Es una sensación que siempre ha despertado por aquí: los pelos de punta, los puños en alto y gargantas desgarrada. Será cosa del ‘Mediterráneo’. Himnos que pasan de generación en generación y sin arrastrar una arruga. Cortesía del cantautor para su ‘estimada València’.

Todos hicieron que difícilmente el público se mantuviese sentado en su localidad, y (sin tener necesidad alguna), justificaron su veteranía. Sonaron éxitos como ‘Insurrección’, ‘Derroche’, ‘España camisa blanca, de mi esperanza’, ‘Esos locos bajitos’ y animaron la ‘Fiesta’ con ‘La Puerta de Alcalá’. En dueto, trío o todos a la vez, con una ineludible química en el escenario respaldada por un elenco de músicos envidiable.
Una velada mágica en la que también hubo palabras y homenajes para todos: para los que no tienen nada, para los que lo tienen todo, y para los que tienen demasiado.
Una noche en la que se recordó que nuestra historia musical sigue más viva que nunca: porque no hay herencia más bonita que una canción. Un concierto digno de auténticas glorias vivas que se deshicieron en halagos hacia el público valenciano.
Aunque, con todos nuestros respetos: El gusto fue nuestro.


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